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La persistencia del 'techo de cristal'

España es, hoy, uno de los países de la Unión Europea que presenta una brecha salarial promedio. Lejos de algunos estados como Letonia o Estonia, que encabezan la lista con una brecha retributiva entre mujeres y hombres cercana al 22%, y de aquellos que apenas rozan el 4% de brecha, como Eslovenia, Rumanía o Italia, España registra hoy una diferencia salarial del 13% entre mujeres y hombres.

Un dato mejorable pero nada desalentador, teniendo en cuenta que este mismo valor se situaba en el 18,7% en el año 2012, según la información disponible en el Observatorio de Igualdad y Empleo. Si bien es cierto que el Gobierno ha tomado parte de forma activa a la hora de reducir los desajustes salariales por razón de sexo, también lo es que han tenido éxito tan solo en algunos sectores.


Actualmente, es poco probable que una mujer o un hombre que ocupan una misma categoría profesional y que, por tanto, desempeñan funciones de igual valor, perciban una retribución distinta. Sin embargo, que las mujeres puedan progresar dentro de la organización hasta ocupar un cargo en la dirección o el consejo de administración… es mucho más complicado.


Hace apenas unos meses, el portal Cinco Días publicaba unos datos que, por desgracia, no sorprenden: El 40% de los órganos de administración de las sociedades mercantiles españolas están compuestos solamente por hombres. Además, del 60% restante de órganos de administración que sí cuentan con la presencia de mujeres, tan solo un 16,3% (o lo que es lo mismo, 1 de cada 4) están presididos por mujeres.

Por lo tanto, y tras la aprobación y aplicación de los Reales Decretos 901/2020 y 902/2020, podemos determinar que la brecha salarial, aunque persiste, no es ya el principal problema en las desigualdades en el ámbito laboral entre mujeres y hombres. El problema laboral de mayor envergadura relativo a la igualdad no es otro que el ya conocido comúnmente como el techo de cristal.


El techo de cristal es un concepto que se ha popularizado en los últimos años e identifica el problema del que veníamos hablando: la mayor dificultad por parte de las mujeres de alcanzar puestos en la dirección o en los órganos de administración de las empresas españolas.


Ello se debe a factores socioculturales, dado que históricamente, las tareas domésticas y de cuidado de los menores ha recaído en las mujeres y a la presente configuración, altamente masculinizada, de dichos órganos de administración.


Tras la aplicación de las nuevas medidas legales, mujeres y hombres disponen exactamente de los mismos derechos y permisos de conciliación laboral y familiar, con el objetivo de evitar que las responsabilidades domésticas puedan obstaculizar el progreso profesional de un sexo por encima del otro.

Ahora, solo nos queda aplicar dichas medidas de forma equitativa para que, de forma orgánica, podamos equilibrar la presencia de mujeres en los estamentos de mayor responsabilidad de las empresas.

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